Un año más, la procesionaria es noticia
en la villa marinera. Para los desconocedores de la materia, estamos hablando
de una plaga endémica del pino Mediterráneo. En su fase más “preocupante”, consiste en unas orugas que forman un
capullo en las copas de los árboles, capullo que las protege del frío, donde
engordan tras salir a alimentarse. Posteriormente, éstas descienden al terreno para
enterrarse y completar su ciclo biológico: formar pupa y llegar a mariposa.
El problema principal reside en que las orugas,
como mecanismo de defensa, tienen unos dardos-pelos urticantes que son
proyectados en situaciones de amenaza. El sobrenombre “procesionaria” le viene dado
porque, al descender del árbol y desplazarse por el suelo, las orugas marchan
en fila india, como si de una procesión se tratase.
Fran Martín, concejal de Medio Ambiente,
apuntaba que “en cuanto a la procesionaria, es
imposible de erradicar. Lo más que podemos hacer es mitigar los efectos y su
presencia todo lo que podamos”. Para ello, tal y
como apuntaban desde el departamento técnico de la Concejalía, se comenzó con
un tratamiento previo en el mes de noviembre, “inyectando en el tronco de los pinos un bacilo que, cuando llega a
los brotes tiernos, de los que se alimenta la oruga, ésta muere”. El tratamiento biológico ha continuado durante el mes de
diciembre, “de forma individualizada y
centrándonos, especialmente, en los colegios”, señalaba el concejal.
También en el mes de noviembre, gracias a
un cañón pulverizador, se han tratado las zonas periurbanas, como Ronda Norte,
Avenida Mediterráneo, Escandinavia y Monte de Santa Pola. El departamento
técnico argumentaba que “se puede hacer de esta manera gracias a
que este tipo de tratamiento es inocuo tanto para el ser humano tanto como para
la flora y fauna del entorno”, hecho que no
ocurre si hablamos de la fumigación, “que llevaría sus
tiempos de compartimentación y cierre de las áreas tratadas, puesto que es
perjudicial”.
Tanto la empresa Solutium, encargada de
fumigaciones y tratamientos fitosanitarios en el municipio, como el
departamento de Parques y Jardines, “se han volcado en
minimizar los efectos de la plaga en todo el casco urbano”, recalcaba Martín, quien añadía que “se han repetido los tratamientos, incluso, después de las lluvias,
entre el 18 y 19 de diciembre, para que no mermase su efectividad. En cuanto a
los colegios, en todos se ha actuado con la técnica de la endoterapia
(pinchazo) para evitar que los niños puedan llegar a verse afectados de
cualquier manera, aún con el fitosanitario”.
Además de esta profilaxis se ha actuado
de manera individualizada, “parque por parque,
zona por zona, con el refuerzo del personal municipal, cortando todas las
bolsas que hemos podido observar, “pero, pese a que
se utiliza la cesta elevadora, y se revisan, aparecen bolsas, especialmente en
las zonas más altas, las cuales no se han podido detectar en una primera pasada”.
La especial disposición de Santa Pola,
rodeada en gran parte de su término municipal por monte mediterráneo de pino,
provoca que la infestación sea bastante complicada de controlar. Ponía un
simple ejemplo Martín, el Colegio Joanot Martorell, “en el cual se h actuado en repetidas ocasiones. Se ha tratado,
cortado, recortado y re-recortado, además de realizar un tratamiento con
piretoides todos los fines de semana, cuando no hay niños. El problema: la
dimensión de sus árboles y la cercanía al paraje de Catarra”.
Eso en cuanto a lo que concierne a la
responsabilidad municipal pero, si hablamos del monte, dependiente de
Consellería para todos los tratamientos, Fran Martín aseguraba que “nos pusimos en contacto con ellos en el mes de marzo para que
realizasen el tratamiento aéreo de su zona de competencia. Este tratamiento no
se ha realizado. Sí que mandaron inspectores y, tras su valoración, enviaron
una patrulla que trató con un cañón pulverizador la zona de sierra”.
Preguntados los técnicos por este medio
si la defoliación y la muerte de la masa forestal que afecta a muchos puntos de
la sierra se debe, en exclusiva, a la procesionaria, éstos afirmaron,
rotundamente, que no era así. “El pino está
adaptado a la plaga. Puede parecer que el árbol está muerte pero, en cuanto
lleguen las lluvias y la primavera, rebrota. Que uno o varios árboles estén
secos se debe más a una baja pluviometría o a posibles rupturas de ramas o
troncos por el viento que al ataque de la procesionaria".